Y eran las tres y media y mis ansias de verte eran cada vez más fuetes. Buscaba por donde no debía la forma de poder hallarte. Frente a mi espejo veía una sonrisa que pedía a gritos tu presencia. Salí a buscar alguna forma de llegar a aquel punto de encuentro. Mis nervios se hacían cada vez más fuertes, de ver tu sonrisa, lo que tanto esperaba, y que hoy, era el momento de descubrirla.
Mi corazón palpitaba cada vez más fuerte en cada estación del metro. Faltaban dos y ya llegaba.
Cuando las puertas del vagón se abrieron, mis ojos lo primero que vieron, fueron los tuyos, observándome ligeramente. Fue allí donde sonreí y me dirigí hacia ti. Era el momento que tanto esperaba. Callados y nerviosos esperamos el otro tren. Nos subimos y fuimos conversando estación tras estación. Cuando llegamos al lugar de la cita, nos sentamos y comimos algo. Mi rostro era como el de un niño encantado, lleno de magia y fantasía. Mi sonrisa era algo torpe, mis nervios no daban más.
Observaba tus labios, tu rostro, tus ojos. Todo era perfecto en aquel momento.
Luego de comer, fuimos a un lugar sorprendente. Donde las estrellas hacían el camino a un futuro mágico. Un poco mas relajado disfrutaba de la situación.
Te miraba, y lo único que deseaba, era tenerte entre mis brazos.
En un momento, veo aquellas margaritas, en las cuales no deje de alabar. Eran la magia de la noche. Las besé cariñosamente, y tu las mías.
Luego nuestros labios jugaban a encontrar el fruto de aquella magia. Por fin me daba cuenta, que el camino para hallarte, estaba en las estrellas.